Por Diana Díaz Alonso – GT nº 93
Este fin de semana el temporal estuvo presente en nuestra región, no en vano la última jornada de formación que teníamos planificada desde APIT Asturias siguió su curso por el occidente asturiano. Ese territorio que siempre te sorprende; el gran desconocido de Asturias.
Una de las visitas que realizamos ayer sábado fue al Telar de Irene Villar, localizado en Santalla/Santa Eulalia de Oscos, concejo integrado en la Comarca Oscos-Eo, decalarada Reserva de la Biosfera por la Unesco.
En este post quisiera profundizar sobre los tejidos de la lana y el lino, utilizados tradicionalmente para la confección de prendas de vestir y ropa de casa. Fibras que eran producidas, hiladas y tejidas en el seno de la misma familia.
Hoy en día esta tradición está en vías de desaparición, pero gracias a mujeres como Irene Villar consiguen poner en valor un oficio propio de las zonas rurales.
A través de las distintas formas del vestido podremos llegar a apreciar parte del carácter y ser peculiar de una comunidad. Gente que comparte un mismo espacio geográfico, una misma lengua (en este caso a fala) y un mismo devenir histórico.

Ovillos de lana de colores (fotografía: Diana Díaz)
De origen animal, la calidad de la lana depende de factores tales como la edad del animal o la zona del cuerpo de donde proceda (los animales muertos proporcionan una lana de peor calidad que la de los vivos). Irene trabaja también con oveja xalda, raza autóctona asturiana.
La lana se obtenía del esquileo de las ovejas en primavera, después de haber dejado atrás aquellos fríos invernales -como el de ayer- y en fase de luna menguante. Posteriormente se lavaba con ceniza y agua en el río; después se cardaba en copos, por medio de unos cepillos de púas. Los copos se colocaban en la rueca y de ellos se retorcían con el huso o fusu, haciendo el ovillo. Con la lana se tejían luego piezas que eran trabajadas, abatanadas en el batán, práctica que ya era utilizada en tiempos de los romanos.

Diferentes elementos necesarios en el trabajo de la lana (fotografía: Denis Soria)
En el Museo Etnográfico de Grandas de Salime, localizado en el occidente asturiano y considerado una de las joyas etnográficas de la región, podemos encontrarnos con una reproducción a escala de un batán. ¡Todo un ingenio hidráulico!
De origen vegetal, el lino pertenece a la familia de las lináceas, que alcanza de 20 a 60 cm de altura y con flores de color azul. Su cultivo produce una cosecha al año y la fibra textil se obtiene del tallo. Las prendas realizadas a base de esta fibra natural se caracterizan por su durabilidad y frescura. En el antiguo Egipto ya era utilizado para soportar las altas temperaturas, por lo que se consideró una de las materias primas fundamentales en la industria textil.
En el caso del telar de Santalla existe un modesto cultivo en el exterior de la vivienda. El resto del vegetal lo adquiere en otras regiones del país, incluso de la vecina Portugal.
El telar es el instrumento básico para la actividad textil, en nuestra región podemos encontrarnos los dos tipos que se vienen utilizando en Europa desde tiempos inmemoriales.
· El telar horizontal o de bajo lizo, como el que aparece en la fotografía.
· El telar alto lizo o de disposición vertical del urdimbre.
La operación del tejido consiste en entrecruzar una serie hilos conocidos con el nombre de urdimbre, que se mantienen paralelos y tirantes con otra serie diferente llamada trama. En el telar de Irene, además de conocer el procedimiento del lino, pueden adquirirse piezas realizadas por ella misma, desde fulares hasta cuadros que representan escenas populares de sus vecinos que ya se han ido.

Irene Villar trabajando en un ejemplo de telar de bajo lizo (fotografía: Denis Soria)
En el año 1789 en el concejo de Siero el número de telares era de cuarenta, ajustándose el salario de las tejedoras en real y medio y el de las oficiales a medio real. A principios del s. XIX , el historiador García Mijares, menciona que en la Villa de Llanes existían unos 200 telares en funcionamiento. Rara era la parroquia que no contara con varias tejedoras.
Es evidente que este instrumento formó parte de la vida cotidiana de las mujeres asturianas. Éstas se reunían para preparar los tejidos textiles de hilar la lana y el lino en casa de una vecina o en espacios de uso doméstico como el hórreo. A la dueña de la casa donde se efectuaba el filandón, cada uno de los asistentes le abonaban uno o dos cuartos de real o bien hilaban durante toda la velada para ella.
Reuniones animadas y de carácter alegre donde se cantaba y bailaba hasta altas horas de la madrugada. En el año 1784 el Obispo González Pisador prohibió estas reuniones o filandones asturianos por considerarlas «de malas y perniciosas costumbres».
La desaparición de estas labores domésticas ha supuesto el fin de una tradición de gran importancia en los usos y costumbres. En el pasado la lana y el lino fueron materias básicas en la producción de prendas en el entorno rural asturiano. Hoy en día se ha convertido en un reclamo turístico.
Bien es cierto que en estos últimos años numerosas mujeres han plantado cara a la crisis económica abriendo negocios donde se realizan talleres de punto. Una actividad que siempre pareció vieja pero que se ha convertido en una moda, o -¿quién sabe?- quizás un estilo de vida, un nuevo concepto de handmade. El mismo que Irene lleva realizando humildemente en un territorio especial, el de Los Oscos, donde el tiempo parece haberse detenido.